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  • Foto del escritorPrepa Ibero Mérida

¿Por qué necesitamos el lenguaje inclusivo? (primera parte)

Actualizado: 9 jul 2022

En la primera parte de esta entrega, recordamos por qué necesitamos abrirnos a la posibilidad de discutir nuevas formas de nombrar a todas las personas. Así, visibilizar a todos los grupos es el mejor de los comienzos en busca de erradicar la desigualdad.

  • Ya existe una forma lingüística que incluye a todos

  • No puede pronunciarse

  • Es repetitivo

  • Dificulta la enseñanza y el aprendizaje del idioma

  • Contradice lo establecido en la lengua española

  • La RAE no lo avala

  • Es una pérdida de tiempo

Las anteriores son algunas razones que suelen esgrimirse cuando algunas personas expresan su desacuerdo con el lenguaje inclusivo.


En realidad, no todos los argumentos son disparates. Por ejemplo, el poder pronunciar lo que se escribe es, sin lugar a dudas, algo fundamental.


Por lo anterior, quizá muchos y muchas no respaldan la propuesta de utilizar la x en lugar de las vocales "a" u "o" en la palabra, a fin de expresarse de manera inclusiva. Nos referimos, por supuesto, a casos como: ninxs, alumnxs o viajerxs.


Otra propuesta que también provoca polémica es la utilización de la "e" para presentar un término más incluyente, el cual, por cierto, también sirve para designar a personas que no se identifican ni con el género masculino ni con el femenino: las personas no binarias.


Desde esta propuesta, basta decir niñes, alumnes o viajeres para incluir tanto a hombre y mujeres, al igual que a seres humanos que no se identifican con la clasificación genérica tradicional.

Ahora bien, ¿qué dice la RAE sobre este recurso? Lo rechaza de manera rotunda.


¿La razón? A través de Twitter, la española autoridad lingüística sostuvo lo que puede leerse abajo y a un costado:

El uso de la letra «e» como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario, pues el masculino gramatical ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género.

Lo curioso es que lo dice la misma entidad a la que le pareció una buena idea incluir términos como bluyín para referirse a los pantalones vaqueros en su prestigiado diccionario, aunque, si de justicia se trata, es necesario también reconocer aciertos como el haber agregado palabras como lideresa, jueza o presidenta.


Pero, a estas alturas, sería iluso pensar que podremos resolver en un texto que pretende ser corto la compleja situación por la que atraviesa el idioma español.



Lo que se nombra existe, tiene presencia. Ilustración de Mariana Ruiz Johnson.

Así, por un lado, tenemos a personas que defienden un hermoso lenguaje que comunica con un inmenso grado de precisión, mientras que, en la otra esquina del ring lingüístico, se ponen los guantes – y con sobradas razones– quienes defienden la visibilidad de otros, otras u otres, por milenios, invisibles a los ojos de la sociedad.


¿O qué? ¿Acaso no se lee sospechoso, a la luz de las actuales reflexiones feministas, que el todos o el nosotros ya incluyan a las mujeres sin nombrarlas explícitamente?


La regla parece formalizar lingüísticamente aquellas relaciones en las cuales el hombre habla y la mujer calla, puesto que su masculina voz y su palabra de macho valen por dos.


Ante esto, vale la pena recordar las palabras del prestigiado psicoanalista Jacques Lacan, quien, citado por IEXE Universidad, afirma: "el lenguaje le da nombre a lo que vive y da significado a lo que pasa en su interior […] el sujeto emerge del lenguaje […] el sujeto es hablado y narrado por el otro”.

De esta forma, si el lenguaje existe para nombrar, pero no designa explícitamente a quienes no son varones, ¿no sería prudente llamar a la reflexión, a la discusión y al debate para resolver esto?


En ese sentido, será difícil imponer acciones que no sean aceptadas por todas las personas. Establecer sin acordar, en cualquier sentido, será completamente inútil.


El lenguaje debe permanecer democrático, pero también debe reformarse a la luz de lo que necesita, puesto que somos –nosotros, nosotras, nosotres– quienes dominan al español y no el español a nosotrxs (probando, probando, uno, dos, tres. Nadie se enoje: se entiende, aunque la pronunciación se complica).


No obstante, no es fundamental esperar reformas futuras o soluciones geniales para salir del embrollo. Desde hace algún tiempo, existen recursos que, sin afectar las sagradas reglas de la maestra Carmita, pueden generar un mayor consenso.


En la segunda entrega de este artículo, recordaremos algunas.


Mientras tanto, que nos perdonen los puristas.













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